jueves, 4 de febrero de 2010

La Calma y La Tempestad

Tanto en la calma como en la tempestad corremos la suerte de la sorpresa.
En la calma nos mecemos, nos dejamos llevar. Nos acomodamos al placer creyendo en la certeza de lo cotidiano. En la amiga seguridad que nos hace pensar que lo que esta seguirá estando, dentro de un minuto, dentro de una hora, mañana.


En la utópica ilusión de que nada cambia en la calma. Como si calma fuera sinónimo de inmovilidad.

Tamas o Thamas decían los hindúes para aquellos signos del zodiaco que occidentalmente les llaman fijos. Calma, pero ellos aclaraban debajo de la aparente calma ríos bravos, se suceden...
En esa calma en la que nos dejamos tranquilos nos encuentra la sorpresa.
En la tempestad lo que vemos alrededor parece moverse al mismo tiempo, sin poder fijar la vista quieta en un solo lugar puesto que otro nos llama inesperadamente y urgentemente la atención. Todo es repentino, todo cambia inesperadamente, advertimos uno al tiempo que esta ocurriendo otro. Apenas nos sostenemos, nos mantenemos, nos ocupamos sin certeza siguiera de saber que esta pasando.


Si acaso lográramos desatar esta vida entre calmas y tempestades; saberla sentida en la convicción del permanente cambio. Asumiendo que, en la calma como en la tempestad seremos sorprendidos inevitablemente.

Si pudiéramos conectarnos con esa magia natural del movimiento permanente de las cosas, aun cuando no lo percibamos. (Porque aquello que no se mueve no es vida).

Cuanto más nos resistimos, cuanto más nos apegamos, más sufrimos, más nos enfermamos, como si cual fuerza inmovil nos resistimos a permanecer inmóviles quedando asi en permanente lucha contra del movimiento de la vida…



Autora: Mar Cadranel