jueves, 25 de marzo de 2010

POR UN CACHITO DE AMOR



¿Se asume el abandono? ¿Se acepta el vacío y la indefensión de quien deja inesperadamente?




Ahí  un vacío invade. Ansiedad,  y con ella confusión, hiperactividad yendo de aquí para allá, sin saber a donde estar. Intentando no quedar quieto, porque en la quietud el dolor, la tristeza y el vacío se hacen insoportables.




Asumir el abandono es aceptar que no te han querido o que te han dejado de querer, o que no lo han hecho bien.




No se piensa en lo mal que ha hecho quien abandona sino en mal que ha hecho quien es abandonado. Llenándose de culpas, asumiendo incapacidades, y errores.




Probablemente no tenga culpa alguna. Es que nos construimos y reconocemos tanto a partir de un “otro” que a veces equivocamos en la elección del lugar que le damos a ese otro, idealizándolo y menospreciándonos.




Tal vez sea por eso que cuando el que Abandona regresa, despotricando, haciendo descargos, re afirmando esa culpa del abandonado por el abondo, es aceptado. Es que resulta mas fácil aceptar que el tiene razón, y acurrucarse en ese “amor manipulado”. Así aceptamos soborno. Aceptamos pertenecer a cambio de lealtad, que tampoco es tal y nos volvemos tan manipuladores como quien nos ha abandonado.




Así aprendemos, mal claro, a aceptar afecto condicionado. Poniendo en la sombra el temor latente de volver a ser abandonado. Escondiéndolo en el complacer permanente. Que a la larga no alcanza y que sostiene una puja constante sobornos, miedos y por supuesto culpa. Así giramos cual carrusel sosteniendo un  círculo en  la convicción de que nos quiere porque es más fácil aceptar la culpa que aceptar el abandono. Aunque en el fondo sea una farsa, una distorsión afectiva en la que aprendemos a aceptar menos de lo que merecemos.




Todos merecemos que se nos quiera bien y sanamente. Merecemos estar alegres y elegir la felicidad. Elegir a quien nos quiera por quien somos y no por lo que quiera que seamos.  El poder no lo tiene otro, el poder es de uno, es uno el que se le otorga a otro. Así que estaría bien pensar a quien y cuanto poder sobre nosotros damos.  No somos perfectos y cometemos errores. Quererse  es respetarse y aceptarse, es la única manera que el otro entiende que no esperaremos menos que eso.

Autora: Mar Cadranel